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sábado, 25 de mayo de 2013

españa en venta



Nunca me han interesado las banderas, desde pequeño he considerado que la tierra es un regalo y cualquier frontera una herida, pero no puedo dejar de sorprenderme cuando hasta en sus sacrosantas fronteras tienen distinta altura según quien las intenta traspasar. Se hacen infinitas en los montes de Ceuta y apenas miden unos centímetros para aquellos extranjeros que compren una vivienda o inviertan en deuda pública española 2 millones de euros.
Poner precio a poder vivir en España siendo extranjero y sin tener que preocuparte de las redadas racistas ni de enfermar de tuberculosis demuestra lo que a nuestro gobierno le importan las personas, no los de aquí o los de allí, sino las personas, le importan en la medida en que sus bolsillos están llenos de dinero, no me extraña que hayan suprimido educación para la ciudadanía, ciudadanía es un concepto que no entra en su cabeza.
Eres ciudadano si compras o inviertes, si solo trabajas eras mano de obra y como tal eres prescindible cuando no produces, no hace falta que estés sano sino hay trabajo donde invertir tanta salud.
Este criterio es el mismo que usan para reducir las becas universitarias, subir las tasas de las escuelas infantiles, suprimir las becas de comedor en la escuela…
Maldito país el que pone precio a su ciudadanía, corruptos los gobernantes que intentan vender dignidad y libertad, recuerden que la libertad no se compra se conquista.
Malditos los que tejen una alfombra roja al dinero y desean que las olas del mar terminen con el presente de los que vienen en búsqueda de oportunidades.
Y mientras tanto criminalizan la hospitalidad, mantienen los CIE con torturas incluidas y deportaciones urgentes al que osa presentar denuncia en los juzgados, condenan a muerte al restringir el derecho a la atención sanitaria… y si todo esto lo superas y logras tu permiso de residencia y trabajo después de vivir tres años del aire y esperar un año más hasta que el gobierno resuelve la solicitud entonces conquistas las condiciones laborales de los pobres, jornadas en hostelería de 66 horas por 900 euros mensuales o salarios de 16 euros por una jornada recolectando ajos, ambos casos reales que vivimos en mi familia en esta última semana.
Mi única bandera el viento insumiso.
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