Sabernos rodeados de concertina
no me produce mucha seguridad, más bien me produce estupor… Es tan valioso esto
que protegemos, que con cuchillas hay que defenderlo.
¿Sentimos esta tierra tan nuestra
que pensamos que otros nos la arrebatarán y la protegemos con sangre sudor y
lágrimas?Lágrimas hipócritas nuestras, sudor y sangre, faltaría más,de otros,
de los nadies.
Lagrimas hipócritas ya que no
podemos lamentar la muerte de los ahogados en las costas de Lampedusa, e idear
matar a inmigrantes a la puerta de nuestra casa. Colocar cuchillas no tiene
otra intención que provocar daño físico a quien ose acercarse a nosotros, y no
podremos calcular cuán hondas serán las heridas. Dicen que es para disuadir,
pero cuando empuja la pobreza, se salta lo que haga falta aunque quede la piel
hecha jirones. Quien cruza la valla de Melilla no lo ha decidido esta mañana al
levantarse. Hace mucho tiempo dejó a su familia, atravesó desiertos y sufrió la
violencia de la policía de “los buenos” en su éxodo y ahora tan cerca de lograr
se sueño… volvemos a colocar esa máquina de picar carne humana que se retiró
por inhumana hace años.
Sumamos más violencia al
genocidio de los pobres, al que poco a poco nos acostumbramos y contribuimos.No
sé qué podremos contestar a la pregunta de nuestros hijos sobre qué hacíamos
ante este genocidio, hacia donde mirábamos cuando miles de personas morían en
el Estrecho, o en los bajos de un camión, o en el desierto muertos de sed.
Ahora en pleno siglo XXI no les tocamos ni un pelo. Simplemente dejamos que los
acuchille la concertina en Melilla.
¿Dónde miramos? Sólo podemos
mirar a un sitio para no pisotear de nuevo el artículo 1 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, sólo podemos mirar a un sitio para
comportarnos fraternalmente los unos con los otros, sólo podemos mirar a un
sitio para no tener que aborrecer nuestra condición humana. Ese lugar son los ojos
del que huye de la pobreza.
Hay que exigir a nuestro Ministro
del Interior que retire esas cuchillas de la puerta de nuestra casa. Una cosa
es querer regular los flujos migratorios y otra muy distinta es acuchillar
inmigrantes a distancia.
Podemos discutir sobre la
política migratoria. Sé que nunca
llegaremos a un acuerdo con aquellos que se arrogan la posesión de la tierra y
deciden quién está dentro y quién fuera, pero me resisto a creer que es preciso
argumentar más para que la carne de hombres y mujeres que huyen de la miseria
se presente como botín victorioso de una guerra que no es la de nadie que se
arrogue la condición humana.
Por esto y por mucho
más, exijo al Gobierno la retirada inmediata de la “concertina”… la interrupción de esta sinfonía silenciosa de sangre y
llanto.